Salarios y responsabilidades
Francisco M. Navas [colaboraciones].-
Nos encontramos metidos de lleno en una vorágine de cifras, datos, objetivos macroeconómicos, fusiones bancarias y, por supuesto, la temible reforma del mercado del trabajo. Los mercados y esos mercaderes invisibles que manejan los hilos de esos mercados y que, haciendo honor a las licencias que el sistema capitalista les permite, aprietan poco a poco las tuercas del sistema económico para incrementar sus beneficios y, de camino, robarle la calderilla al ciego.
Y bajo todo este inmenso poder econĂłmico, que inevitablemente se convierte en poder polĂtico, una inmensa masa de trabajadores y trabajadoras, la mercancĂa, que soporta estoicamente sus interminables manejos.
Hemos cambiado, desde hace mucho tiempo, teorĂas econĂłmicas bien definidas, como el capitalismo, o teorĂas polĂticas como el socialismo, por eufemismos como economĂa de mercado, socialdemocracia o democracia cristiana.
Y resulta realmente patĂ©tico contemplar cĂłmo nuestra clase polĂtica o nuestra clase empresarial se empeñan en poner paños calientes a una situaciĂłn verdaderamente dramática en lo social y en lo econĂłmico de más de cinco millones de personas, sin que les tiemblen lo más mĂnimo ni el pulso a la hora de tomar decisiones errĂłneas, ni el acento a la hora de contarnos sus cuentos de Caperucita.
Pues bien, capitalismo significa invertir capital para obtener el máximo beneficio, y digo máximo, no mucho o un poquito. Y quien no siga al pie de la letra ese principio básico, desde el punto de vista de la patronal, es imbécil o se lo hace, que es peor. Y en la otra acera nos encontramos los otros, la clase trabajadora, que producimos bienes y servicios a cambio de un salario que nunca, por definición, puede cubrir ni de lejos lo que producimos, porque si no, adiós al beneficio de los empresarios.
DEPENDENCIA DE LOS BANCOS
¿CĂłmo se podrĂa solucionar este conflicto permanente? A travĂ©s de los gobiernos y de las leyes que estos gobiernos promulgan para que el pobre sea un poco menos pobre y el rico un poco menos rico. ¿Y cuál es la pomada en la que necesariamente debemos movernos trabajadores y empresarios?
El dinero, evidentemente. Y aquĂ, justo aquĂ, aparecen los bancos, que se dedican a ofrecernos la seguridad de guardar nuestro dinero, dándonos a cambio un interĂ©s ridĂculo para, a continuaciĂłn, prestar nuestro dinero a otros a intereses abusivos, o lo que resulta aĂşn más sangrante, perderlo a manos llenas.
El problema es que los gobiernos tambiĂ©n dependen de los bancos, porque en su dĂa, con la implantaciĂłn de la socialdemocracia, renunciaron a tener sus propios bancos, los cuales, en vez especular con el dinero, lo utilizarĂan para crear riqueza a travĂ©s de las empresas. Y aquĂ entramos de lleno en la responsabilidad de lo estrictamente polĂtico: estamos sumidos en una inmensa crisis mundial por culpa de los bancos, y de unos gobiernos absolutamente incompetentes para controlar sus oscuros manejos y su permanente especulaciĂłn.
Y para colmo, todo el dinero que los gobiernos consiguen acumular, lo reinvierten en salvar a esos mismos bancos que regalaron nuestros ahorros sin garantĂa alguna, cegados exclusivamente por el beneficio desmesurado y a corto plazo.
REFORMA LABORAL
Para rematar la cuestión, tenemos sobre la mesa una reforma laboral que nos acercará un paso más a la esencia del capitalismo: salarios más bajos, menor cobertura social, aumento de la jornada laboral, mayor beneficio para los empresarios. Y si no tenemos esto claro, si nos creemos que, sin intervención del Estado, un empresario que crea firmemente en los principios del capitalismo va a subirnos el suelo o se va a preocupar por nuestro nivel de vida en general, nos equivocamos de medio a medio.
Evidentemente, los gobiernos deben gobernar, y legislar, y velar por sus conciudadanos. Y si para ello hay que poner topes a los salarios abusivos de gestores, altos cargos públicos y privados, asesores, economistas, agentes de bolsa, etc., habrá que hacerlo.
No es posible que un rector de una universidad o que el director del Banco de España ganen más dinero que el presidente del gobierno de nuestro paĂs, cuando su responsabilidad es infinitamente menor, y cuando, al mismo tiempo, se abaratan drásticamente los derechos y retribuciones de la clase trabajadora.
En cuanto a lo privado, existe una regla de oro: la progresividad en la tributaciĂłn sin topes, Ăşnica vĂa para frenar la inmensa codicia de algunos. El establecimiento de tramos tributarios, a partir de un cierto nivel de ingresos, que puedan llegar hasta el 95% de esos ingresos, resulta hoy más que nunca indispensable.
Porque de esa manera, esos impuestos extra se convierten automáticamente en riqueza pública para reducir desigualdades, para socorrer a los más desfavorecidos. Todo ello supervisado por una inspección estatal de Hacienda ampliamente dotada en recursos humanos y materiales y, por supuesto, implacable.
El necesario equilibrio entre salarios y responsabilidades resulta imprescindible, hoy más que nunca. Y no olvidemos las lecciones que la Historia nos ofrece: los callejones sin salida siempre conducen a las revoluciones.
Nos encontramos metidos de lleno en una vorágine de cifras, datos, objetivos macroeconómicos, fusiones bancarias y, por supuesto, la temible reforma del mercado del trabajo. Los mercados y esos mercaderes invisibles que manejan los hilos de esos mercados y que, haciendo honor a las licencias que el sistema capitalista les permite, aprietan poco a poco las tuercas del sistema económico para incrementar sus beneficios y, de camino, robarle la calderilla al ciego.
Y bajo todo este inmenso poder econĂłmico, que inevitablemente se convierte en poder polĂtico, una inmensa masa de trabajadores y trabajadoras, la mercancĂa, que soporta estoicamente sus interminables manejos.
Hemos cambiado, desde hace mucho tiempo, teorĂas econĂłmicas bien definidas, como el capitalismo, o teorĂas polĂticas como el socialismo, por eufemismos como economĂa de mercado, socialdemocracia o democracia cristiana.
Y resulta realmente patĂ©tico contemplar cĂłmo nuestra clase polĂtica o nuestra clase empresarial se empeñan en poner paños calientes a una situaciĂłn verdaderamente dramática en lo social y en lo econĂłmico de más de cinco millones de personas, sin que les tiemblen lo más mĂnimo ni el pulso a la hora de tomar decisiones errĂłneas, ni el acento a la hora de contarnos sus cuentos de Caperucita.
Pues bien, capitalismo significa invertir capital para obtener el máximo beneficio, y digo máximo, no mucho o un poquito. Y quien no siga al pie de la letra ese principio básico, desde el punto de vista de la patronal, es imbécil o se lo hace, que es peor. Y en la otra acera nos encontramos los otros, la clase trabajadora, que producimos bienes y servicios a cambio de un salario que nunca, por definición, puede cubrir ni de lejos lo que producimos, porque si no, adiós al beneficio de los empresarios.
DEPENDENCIA DE LOS BANCOS
¿CĂłmo se podrĂa solucionar este conflicto permanente? A travĂ©s de los gobiernos y de las leyes que estos gobiernos promulgan para que el pobre sea un poco menos pobre y el rico un poco menos rico. ¿Y cuál es la pomada en la que necesariamente debemos movernos trabajadores y empresarios?
El dinero, evidentemente. Y aquĂ, justo aquĂ, aparecen los bancos, que se dedican a ofrecernos la seguridad de guardar nuestro dinero, dándonos a cambio un interĂ©s ridĂculo para, a continuaciĂłn, prestar nuestro dinero a otros a intereses abusivos, o lo que resulta aĂşn más sangrante, perderlo a manos llenas.
El problema es que los gobiernos tambiĂ©n dependen de los bancos, porque en su dĂa, con la implantaciĂłn de la socialdemocracia, renunciaron a tener sus propios bancos, los cuales, en vez especular con el dinero, lo utilizarĂan para crear riqueza a travĂ©s de las empresas. Y aquĂ entramos de lleno en la responsabilidad de lo estrictamente polĂtico: estamos sumidos en una inmensa crisis mundial por culpa de los bancos, y de unos gobiernos absolutamente incompetentes para controlar sus oscuros manejos y su permanente especulaciĂłn.
Y para colmo, todo el dinero que los gobiernos consiguen acumular, lo reinvierten en salvar a esos mismos bancos que regalaron nuestros ahorros sin garantĂa alguna, cegados exclusivamente por el beneficio desmesurado y a corto plazo.
REFORMA LABORAL
Para rematar la cuestión, tenemos sobre la mesa una reforma laboral que nos acercará un paso más a la esencia del capitalismo: salarios más bajos, menor cobertura social, aumento de la jornada laboral, mayor beneficio para los empresarios. Y si no tenemos esto claro, si nos creemos que, sin intervención del Estado, un empresario que crea firmemente en los principios del capitalismo va a subirnos el suelo o se va a preocupar por nuestro nivel de vida en general, nos equivocamos de medio a medio.
Evidentemente, los gobiernos deben gobernar, y legislar, y velar por sus conciudadanos. Y si para ello hay que poner topes a los salarios abusivos de gestores, altos cargos públicos y privados, asesores, economistas, agentes de bolsa, etc., habrá que hacerlo.
No es posible que un rector de una universidad o que el director del Banco de España ganen más dinero que el presidente del gobierno de nuestro paĂs, cuando su responsabilidad es infinitamente menor, y cuando, al mismo tiempo, se abaratan drásticamente los derechos y retribuciones de la clase trabajadora.
En cuanto a lo privado, existe una regla de oro: la progresividad en la tributaciĂłn sin topes, Ăşnica vĂa para frenar la inmensa codicia de algunos. El establecimiento de tramos tributarios, a partir de un cierto nivel de ingresos, que puedan llegar hasta el 95% de esos ingresos, resulta hoy más que nunca indispensable.
Porque de esa manera, esos impuestos extra se convierten automáticamente en riqueza pública para reducir desigualdades, para socorrer a los más desfavorecidos. Todo ello supervisado por una inspección estatal de Hacienda ampliamente dotada en recursos humanos y materiales y, por supuesto, implacable.
El necesario equilibrio entre salarios y responsabilidades resulta imprescindible, hoy más que nunca. Y no olvidemos las lecciones que la Historia nos ofrece: los callejones sin salida siempre conducen a las revoluciones.
¿Y si se nos llevase por ese callejon sin salida precisamente para que nos revolucionemos? eso si, el sistema antes se ha asegurado de quitarnos las herramientas para que esa revoluciĂłn sea coherente y ordenada. Yo creo que s e está creando inestabilidad polĂtica en Europa para que la gente rompa psicolĂłgicamente con el antiguo modelo europeo y "ellos" (los adinerados poderosos que manejan los hilos) pueda implantar con facilidad un nuevo modelo europeo tipo URRS pero con lo mejor (para ellos) del capitalismo, el comunismo, el socialismo y todo lo que se te ocurra que pueda beneficiar a los poderosos (ya se habla todos los dias de la "troika", no puedo evitar acordarme del PoliburĂł soviĂ©tico)
ResponderEliminarQue devuelvan el dinero de los EREs, el de MercaSevilla, etc. Con todos esos miles de millones de euros, podrĂamos pagar la deuda de España, y crear muchos buenos puestos de trabajo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, Sr. Navas, cuando dices que hemos tenido un "gobierno absolutamente incompetente".
Por Ăşltimo, recuerdo que el mes que viene hay elecciones andaluzas y que, como bien explica el Sr. Navas, hay que votar por el cambio de esta situaciĂłn insostenible, asĂ que vota PP.