Chiclana, cuna de oficios-La zapatería-Manolo Vela: El cantor en su jaula

PEPE VELA M. [colaboraciones].-

El ser humano, desde sus orígenes, ha tenido la necesidad de protegerse de las inclemencias del tiempo, vestirse y calzarse para defenderse de los terrenos que pisaba, pedregoso, arenoso, de matorral de espino y a su vez de picaduras de serpientes. La persona a la que este mes hago el reconocimiento por su oficio, también motivado  porque me trae muchos recuerdos de mi infancia en La Banda, es Manolo Vela, el zapatero de la calle Ancha.

Los primeros calzados eran unas suelas de cuero, madera o fibras naturales amarradas con correas, que luego fueron derivando en lo que conocemos como sandalias hechas de cuero o de fibras naturales y amarradas con tiras del mismo material o usando los dos. Se utilizaban generalmente en climas templados como Oriente Medio y el Mediterráneo oriental.

En zonas más frías se usaban los mocasines forrados para aguantar bajas temperaturas. Se han encontrado pruebas en cuevas de Israel, Francia y España de la existencia de de estos calzados.

En la antigüedad muchos pueblos, incluso cuando los ejércitos hacían caminatas larguísimas o cuando se enfrentaban en terribles batallas, iban descalzos o mal calzados, siendo el pueblo asirio el primero en incorporar a sus tropas las primeras botas, pues ellos junto al pueblo hitita, eran expertos zapateros, que luego fueron adoptadas por griegos y romanos.

Manolo Vela nació el 16 de diciembre de 1932 en la calle Obrero, número 5, donde su padre, Manuel Vela Moreno, vivía y tenía una pequeña tienda de bebidas  que alternaba con su oficio de albardero, pero un día llegó la desgracia a la familia. Un hermano de apenas 3 años muere de un infarto, tras pasarle junto a la cara una gallina asustada por el burro que llevaba para el establo.

COMIENZOS COMO ZAPATERO

Después del fatal incidente –tenía Manolo 5 años-, su padre decide mudarse  al campo a vivir. Al poco tiempo, su madre, dos meses después de dar a luz a su hermana pequeña, en un invierno muy frio, murió de una pulmonía. Trágico destino después de lo acontecido anteriormente.

Van pasando los años en el campo y con tan solo10 venía hasta Chiclana cargado con toda la leche que sus fuerzas le permitían. Con 13 años se fue a vivir con su abuela a la calle San Antonio y de aprendiz con su tío Luis Vela, conocido por Mondeja, que ya por aquellos tiempos, tenía varios trabajadores y necesitaba un aprendiz  en la calle Ancha que es donde tenía la zapatería.

Corría el mes de noviembre de 1945 y decide dedicarse a eso a la dureza del campo y sus inclemencias. No hay que olvidar que se podía llevar en esas fechas hasta tres meses lloviendo o dos de levante, con la falta de jornales por esta causa y la zapatería le podía dar techo y sustento todo el año.

Su primer trabajo ya después del aprendizaje fue para José Reyes, unas botas altas, pues el Taíto quería ser torero. Le cobró 800 pesetas. Las últimas se las hizo a su hija y solo el corte le costó 10.000 pesetas.



CLIENTES DE LA PROVINCIA

Un médico de Cádiz que trataba a pacientes de los pies, le recomendaba a éstos, viniendo gente de Puerto Real y El Puerto de Santa María, además de toda la clientela que ya tenía de Chiclana para todo tipo de pies dificultosos. En las hormas había que hacer hasta  la forma de los callos.

Los arreglos eran temibles y más si se trataba de unos zapatos llamados coreanos. También el Chiclana CF era cliente, pues Jaramago le llevaba las botas de los futbolistas para que le pusiera los tacos, así como los balones para que los cosiera.

Por confiado le han pasado muchas cosas, ya al final de su profesión: “Un chico viene a que le pongan en una chamarra americana unos botones, que valía más el trabajo que la chaqueta. Me dijo que trabajaba en el gimnasio de Pedro Grimaldi, persona conocida y estimada, por lo cual me fié de él, pero ya  no lo vi más”. Valía más de 30 euros, siendo uno de sus últimos trabajos. Cuando cerró la zapatería tiró cientos de zapatos que los clientes durante años no habían ido a recoger. A lo peor también habría alguno mío.

Cuando acude a San Fernando para ver dónde  le había tocado el servicio militar se lleva la sorpresa que su reemplazo, el 4º del 52, se libraba, pero le hubiera gustado  hacer la mili pues se veía truncada su ilusión por cambiar de aires. Piensa que hubiera visto la vida desde otra perspectiva.

ANSIAS DE VOLAR

En 1951, con 18 años conoce a la que ha sido su compañera toda la vida, que tenía  17 años: Juana Vallejo Sánchez. A los 6 años de haber conocido a su mujer, en  octubre del 1957 se casan. La noche de boda  la pasan en el  Hotel Francia y París de Cádiz. Después continuarían camino de  Sevilla y, posteriormente, en avión hasta Madrid.

Entre sus tíos y hermanos recaudó 7500 pesetas para el viaje de novios, llegando en Madrid a comer en el Sindicato Obrero para estirar lo máximo el dinero, pues tenía ilusión de parar en Córdoba para ver el monumento que se había erigido en la memoria de Manolete, parada que hizo a la vuelta.

Posteriormente a la boda, pues su abuela había muerto varios años antes, se instala en la misma casa que vivía con su tío, hasta que cambian de domicilio por encontrarse éste en malas condiciones y ya tenían seis hijas y un hijo, yéndose con su suegro y posteriormente a la barriada de Fuente Amarga, donde actualmente vive.

Quería volar y estaba encerrado en una jaula, quería correr pero estaba anclado a una silla. No obstante nunca se desanimó, aprendió a leer y escribir por la noche en casa de su primo Diego Realito en la calle La Fuente. Aprendió a nadar a escapadas de su tío y aprovechaba cuando iba a la fuente por agua para acercarse al rio, bañándose pelotas. Se secaba rápidamente y corriendo para la zapatería.

EL FLAMENCO Y LOS TOROS

Aprendió a correr en bicicleta aunque la primera vez la costara un disgusto, ya que alquiló una en la plaza de España, junto al Bar Revuelta, y desde ahí hasta la pastelería La Cubana, cuesta abajo y sin saber, por lo que se cayó, metiéndose el manillar por la cara y haciéndose tal herida, que la mujer le devolvió el dinero del alquiler.

Niño travieso, inquieto por nuevas emociones, llegó a tirarse al río desde lo alto del puente, estando prohibido por el peligro que tenia por caer en el fango, pudiéndole haber acarreado un disgusto grave. No paró ahí. Dándole las vueltas a su tío, pues lo tenía trabajando hasta los domingos por la tarde, era tanta esclavitud y a la vez tantas ganas de vivir, que aprovechaba cualquier momento para hacer y aprender cualquier cosa.

Gran aficionado al cante, se ha subido al escenario en infinidad de ocasiones, habiendo sido incluso presidente de la Peña Flamenca Chiclanera durante varios años. Sus palos preferidos son la soleá y las malagueñas, siendo también gran amante de los toros, que son su gran pasión, ocasionándole más de un disgusto con su tío, pues decía que “este niño siempre está  pensando en los toros”.



ENTRE LUCES Y SOMBRAS

Esa pasión  le hacía ir con Manolo Jiménez al Cine Jardín a ver entrenar a los aficionados que querían ser toreros. Un día se quedó hasta tarde llegando de noche a la zapatería, con el consiguiente castigo de su tío, que lo tuvo un mes sin salir. Manolo Vela hizo algunos intentos por torear, cogiendo varias veces los trapos.

Seguidor de la familia Oliva, aprovechaba cualquier situación para ir a la plaza a ver torear a cualquiera de ellos, yendo hasta Barcelona a ver a Abel Oliva. Ha estado en las plazas de Sevilla, Valencia, Barcelona y en muchas ocasiones en El Puerto de  Santa María, siendo un enamorado del toreo de arte, gustándole mucho Morante de la Puebla y otras muchas más figuras de ese estilo.

Han sido 52 años de zapatero, 52 años de ilusiones encerradas, 52 años de lucha entre el encierro y la libertad, 52 años entre luces y sombras. Al final, una vida llena de multitud de emociones. En una ocasión su tío le dijo: “No te preocupes, esto lo dejaré para ti”, dándole las llaves de su jaula que él, con mucho tiento, ha sabido abrir y cerrar cuando ha sido necesario.